Hay un sitio en la Isla de Skye que se hizo muy famoso para fotógrafos después de la publicación del libro Scotland’s Coast de Joe Cornish y ese es el pueblo de Elgol. Elgol, situado en la península de Strathaird al sur de la isla es sin duda una de las zonas más preciosa de esa región, con su costa de rocas y unas vistas increíbles a los Black Cuillins.
Cuando llegamos allí el pasado agosto, la marea estaba bastante alta, y la famosa playa de rocas redondas bastante tapada. Como ya tenía una buena fotografía de esa playa de un viaje anterior decidí probar suerte con la zona que hay detrás de un acantilado.
El problema es que no sabía si la marea estaba subiendo y bajando. Pasé de todas formas pensando que como estuviese subiendo podía quedarme atrapado. La luz era todavía algo dura pero empecé hacer composiciones, algo que suelo hacer bastantes veces para familiarizarme con la zona.
A la media hora ya me di cuenta que iba a ser imposible volver por donde vine hasta que la marea bajase, que podría ser horas. Allí había otro fotógrafo que yo no conocía que estaba bastante tranquilo por la situación, así que yo también estaba tranquilo, a pesar que nada más que habíamos intercambiado un hola y nuestra preocupación de que no había ni una mísera nube en el cielo.
Pero cuando llegó el momento de la puesta de sol, ahí empezaron aparecer unas tímidas nubes que decidieron ponerse rojas como un tomate, como podéis ver aquí:
De Elgol a los Cuillins [Sony A7 II con Canon 17-40f4 L. Foto sacada a ISO100, f13, 1/4 de segundo de tiempo de exposición. Trípode y disparador remoto utilizado]. © David García Pérez 2016.
Alguna que otra foto después, veo que el fotógrafo que me hacía compañía decide recoger los bártulos y irse de allí. Sube por una camino hacia la parte alta del acantilado y decidí probar suerte. Si subía por ahí probablemente podría llegar a la playa donde estaba antes, donde me esperaban mis compañeros de viaje.
Después de un par de intentos erróneos, unos cuantos gritos después del fotógrafo que estaba antes ahí encontré el camino de vuelta y pude regresar junto mis compañeros, y más importante, mi bocadillo de cena.