Para mí, este regreso a la impresión me ha sacado del borde de la vagancia. Ver, con el detalle que ofrece una impresión de 17×22 pulgadas, los fallos de mi trabajo, me ha empejudado a esmerarme mucho más. No por que quiera perfección, pero porqué mi arte se merece mucho más que ser tratado con la indiferencia que la fotografía digital me puede empujar. Y porqué, como el resto del año pasado, me frena. Me fuerza a prestar atención. Y, quizás esta es la verdadera razón, por que las impresiones son simplemente más bellas en mis manos y en mis paredes de lo que nunca serán en mis pantallas.