Teníamos un plan en nuestro viaje a Islandia, nada más salir del aeropuerto, nuestro objetivo sería intentar llegar lo antes posible hasta la localización más lejos que teníamos pensado fotografiar y después volver poco a poco de vuelta hacia el aeropuerto intentando fotografiar todo lo que pudiésemos en las mejores condiciones. Esta localización más lejana en nuestro primer viaje a Islandia era la península de Stokkness, siempre vigilada por las preciosas montañas de Vesturhorn.
Montañas de Vesturhorn en Stokksness [Canon 5D Mark II con Canon TS-E 24 mm f/3.5 L II. Panorámica de 3 fotos sacadas a IS0100, f11 y 8 seg. Trípode y disparador remoto utilizado]. © David García Pérez 2015.
Las montañas de Vesturhorn no son muy altas, unos 500 metros de altura, pero salen casi verticales desde el suelo y desde la playa y la zona de dunas de arena negra resultan bastante impresionantes, dando lugar a grandes oportunidades fotográficas. Al final de la península hay un faro, aunque esa zona está vallada, y no se permite el acceso a la gente. A la derecha del faro sale un camino que nos permite ir recorriendo una preciosa costa.
Esta región tiene la importancia histórica de ser una de las primeras localizaciones en Islandia donde se asentaron poblaciones humanas, aunque de esos restos poco queda.
Exceptuando la zona del faro, toda esta región es de propiedad privada, aunque hay cierta controversia en internet al respecto, si queréis acceder a ella hay que pagarle al dueño del Viking Café (unos 6 euros por cabeza), que está justo al lado de la carretera que lleva hasta al faro. El Viking Café también es un camping, por lo que si queréis pasar la noche ahí para hacer el amanecer hay que pagar un extra más, tal y como hicimos nosotros.
Cuando miramos la predicción del tiempo para ese día, nos decía que para el anochecer la zona de Stokksnes había una alta probabilidad de lluvia, pero que sí subíamos un poco más arriba, hasta la costa de Lækjavík. En teoría teníamos posibilidades de una puesta de sol interesante por esa zona. Supongo que podemos dar gracias de que no lloviese.
Costa de Lækjavík [Canon 5D Mark II con Canon 70–200f4L IS. Foto sacada a IS0100, f13 y 1/15 seg. Trípode y disparador remoto utilizado]. © David García Pérez 2015.
Paramos en una playa con un obelisco gigantesco en el medio, y a pesar de ir con botas de agua, un compañero y yo nos mojamos casi hasta la ropa interior… menos mal que soy gallego y ya debería estar acostumbrado a los caprichos del atlántico. No sería la última vez que experimento lo frías que están estas aguas nórdicas en este viaje. Antes de marcharnos, las nieblas que había entre rocas y montañas cercanas nos llaman la atención y nos dedicamos a pasear hasta casi el anochecer fotografiándolas.
Costa de Lækjavík [Canon 5D Mark II con Canon 70–200f4L IS. HDR de 5 imágenes sacadas de 0,4 segundos a 1/13 segundos, f16 a IS0100. Trípode y disparador remoto utilizado]. © David García Pérez 2015.
Volvemos hasta la zona de Stokksness y dormimos, confiando que al día siguiente tuviésemos un buen amanecer. Supongo que podemos dar gracias que durante las primeras horas del amanecer pudimos ver la montaña de Vesturhorn. Aunque poco duró, rápidamente las nubes que entraban del mar la volvieron a tapar. Pasamos la mañana jugando con las nubes y con la arena negra de la playa. Casi cuando nos marchábamos, paramos en la pequeña laguna para jugar un rato con las dunas pequeñas y los reflejos del sol, único momento que las nubes pillaron algo de color tímidamente.
Dunas de Stokksness [Canon 5D Mark II con Canon EF 17-40 F4L. Tomas sacadas a IS0100, f13 y 20 segundos de tiempo de exposición. Trípode y disparador remoto utilizado]. © David García Pérez 2015.
Antes de marcharnos de la zona, paramos en un pequeño set de rodaje que montaron en la zona para rodar una película de vikingos. O esa aventura contaba el propietario del Viking Café. La verdad es que los escenarios parecían que estaban a punto de caerse en cualquier momento (a parte de quedar reflejados en alguna foto de las que hicimos durante nuestro amanecer). Sin más dilación, había llegado el momento de poner rumbo oeste, el resto de la isla nos estaba esperando.