En un artículo anterior comenté la relación entre la apertura, tiempo de exposición y ISO a la hora de controlar la exposición de una fotografía. Pero realmente lo que interesante de estos parámetros es saber como afecta cada uno de ellos a la fotografía final, en particular desde el punto de visto artístico. Y nada mejor que la apertura para comenzar esta discusión.
Como ya comenté anteriormente, la apertura viene a controlar el tamaño del agujero por donde pasa la luz a través de la lente hasta llegar al sensor. Dicho tamaño viene controlado por una pieza de hardware que se llama iris en la lente. Que este agujero esté más abierto o cerrado hará que la imagen tenga más o menos profundidad de campo. Donde la profundidad de campo es la distancia a partir del punto de enfoque donde las cosas están o no enfocadas (válgame la redundancia). Cuanta más abierta esté la lente, valor de f más bajo (f1.4, f2…), menos profundidad de campo, cuanto más cerrado esté la lente, valor de f más alto (f11, f16…) más profundidad de campo.
Pero esto siempre se entiende mejor con un ejemplo, y no podría ser mejor ejemplo que un clásico para explicar este concepto, unas pinzas de la ropa puestas en fila. Empecemos con la primera imagen con la lente abierta lo máximo posible, en este ejemplo usaremos un Tamron 90mm que tiene una apertura máxima de f2.8 (por máxima entendemos lo máxima que se puede abrir la lente, en este caso será su valor de f más bajo que permite).
Imagen ejemplo con apertura f2.8. © David García Pérez 2011.
En este caso he enfocado la cámara en la segunda pinza, más en concreto en la esquina de la pinza, justo en el punto donde está la barrita metálica. Como se puede observar, la profundidad de campo es muy pequeña, realmente solamente vemos definida bien una porción muy pequeña de la segunda pinza.
Imagen ejemplo con apertura f4. © David García Pérez 2011.
Segunda imagen, de esta vez la lente está parada 1 paso más de luz, es decir f4. Se observa una ligera mejora con respecto a la imagen anterior, la segunda pinza casi empieza a estar enfocada y empezamos a distinguir un pelín mejor los detalles de la primera.
Imagen ejemplo con apertura f5.6. © David García Pérez 2011.
Tercera imagen, ahora cerramos la lente otro paso de luz más, es decir, estamos a f5.6. Ahora ya vemos bien la segunda pinza y se empiezan a distinguir más las pinzas del fondo. Continuemos.
Imagen ejemplo con apertura f8. © David García Pérez 2011.
Ahora hemos cerrado la lente hasta f8, y como se puede observar hay mejoría con respecto a la definición de las pinzas que hay a partir de la segunda pinza.
Imagen ejemplo con apertura f11. © David García Pérez 2011.
Imagen ejemplo con apertura f16. © David García Pérez 2011.
Para no repetirme mucho ya os pongo las dos últimas imágenes juntas. A f11 hay una mejora significativa, pero es casi a f16 donde se puede apreciar como realmente tenemos mucha más profundidad de campo.
Una cosa que hay que explicar es que tenía la lente bastante pegada a las pinzas, por ese motivo al cerrar más la lente, la profundidad de campo no aumenta mucho. Es también por ese motivo que la primera imagen tiene un desenfoque tan marcado, haciendo que la vista vaya directamente a la segunda pinza.
El párrafo anterior desvela exactamente la utilidad de la apertura. El objetivo del fotógrafo con ella es centrar la atención en algo en la imagen, haciendo que el resto de la escena no llame la atención al estar desenfocado. Es por este motivo que la gente que realiza retratos les guste mucho las lentes que abran más, dado que de esa forma la imagen se centrará mucho más en la cara del sujeto a tratar y el fondo quedará difuminado. También es el mismo motivo por qué los fotógrafos de paisaje no es un parámetro críticos para ellos, dado que lo que buscan, habitualmente, es tener cualquier cosa que salga de la lente totalmente enfocado.
Para ilustrar lo anterior el siguiente ejemplo, fijaos como la vista se os centra en la abeja y la flor, no en las plantas completamente difuminadas que hay de fondo, incluso en el segundo insecto, que me quedó un pelín desenfocado.
Abella nas Illas Cíes (f2.8). © David García Pérez 2009.